miércoles, 24 de diciembre de 2008

Feliz Navidad

No sabiendo ya cómo hacerse entender, Dios mismo vino a la tierra, pobre y humilde. Si Cristo Jesús no hubiera vivido entre nosotros, Dios permanecería lejano, inalcanzable. Por su vida humana, Jesús nos permite ver a Dios en transparencia.

Hermano Roger

lunes, 20 de octubre de 2008

de Itziar elegía

mi Itziar era llena de paz todo amor y bondad
cuidaba de mí como de un ser débil
solía decir que a nadie aconsejaría
casarse con un artista pero ella
volvería casarse conmigo
me visitaba a cada momento venía a mi lado
en el taller o en el escritorio
su hermana o amigos le decían déjale en paz
le interrumpes
-----y mi Itziar decía sé
-----que me agradece
-----lo está deseando

a veces paseando en oscurecidas horas
en nuestro pequeño huerto de casa
llenos de paz nos abrazamos

ahora lloro me apoyo en el árbol
tenemos único árbol un hermoso fresno
que al acostarnos y en la mañana
se asoma en la ventana a nuestro cuarto



ha visto morir a Itziar no ha podido hacer nada
me acerco lloro junto al árbol
miramos los dos al cielo
-----seguramente no estás ya
-----en ninguna parte
-----solamente aquí
------------------en mí
------------------conmigo
-----te has escondido para que trabaje
-------------------------para que trabaje

me reñía con dulzura y comprensión solía decirme
hoy esta noche también has estado
encendiendo la luz hasta 20 veces las he contado

Jorge Oteiza

sábado, 23 de agosto de 2008

Enero 1999

El verano del cohete

Un minuto antes era invierno en Ohio; las puertas y las ventanas estaban cerradas, la escarcha empañaba los vidrios, el hielo a
dornaba los bordes de los techos, los niños esquiaban en las laderas; las mujeres, envueltas en abrigos de piel, caminaban torpemente por las calles heladas como grandes osos negros.

Y de pronto, una larga ola de calor atravesó el pueblo; una marea de aire tórrido, como si alguien hubiera abierto de p
ar en par la puerta de un horno. El calor latió entre las casas, los arbustos, los niños. El hielo se desprendió de los techos, se quebró, y empezó a fundirse. Las puertas se abrieron; las ventanas se levantaron; los niños se quitaron las ropas de lana; las mujeres se despojaron de sus disfraces de osos; la nieve se derritió, descubriendo los viejos y verdes prados del último verano.

Las palabras corrieron de boca en boca por las casas abiertas y ventiladas.
El verano del cohete. El caluroso aire desértico alteró los dibujos de la escarcha en los vidrios, borrando la obra de arte. Esquíes y trineos fueron de pronto inútiles. La nieve, que venía de los cielos helados, llegaba al suelo como una lluvia cálida.

El verano del cohete. La gente se asomaba a los porches húmedos y observaba el cielo, cada vez más rojo.

El cohete, instalado en su plataforma, lanzaba rosadas nubes de fuego y calor. El cohete, de pie en la fría mañana de invierno, engendraba el estío con el aliento de sus poderosos escapes. El cohete creaba el buen tiempo, y durante unos instantes fue verano en la tierra...

Ray Bradbury

domingo, 13 de julio de 2008

Don de la ebriedad


Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo —esto es un don—, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.

Claudio Rodríguez

martes, 29 de abril de 2008

Los niños de Terezin

Ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial: los nazis convirtieron la ciudad checa Terezin, Theresienstadt, en una estación de tránsito donde los judíos fueron internados antes de su exterminio.


En el campo de concentración de Terezin más de 15.000 de los prisioneros fueron niños de 7 a 13 años. Sólo 100 de ellos pudieron escapar de la muerte.Se dispone de alrededor de 4 mil dibujos pintados por los niños en su confinamiento, así como de algunos de sus poemas, diarios, escritos. Una memoria que se creyó de un pasado abominable y que, al día de hoy, se torna en símbolo de la memoria del porvenir: un futuro, cuyo presagio se ha visto cumplido en la repetición de una masacre infame en la escuela de Beslan. Un crimen contra la humanidad que dota a la desesperanza de una nueva dimensión. Un mayor retroceso, si cabe, en la evolución humana. Una vuelta hacia el mundo de las bestias, donde la injusticia y la guerra se vengan en primer lugar con el asesinato a sangre fría de los seres más inocentes:niños reducidos a cenizas por las mismas llamas que les prometieron una vida eterna.





La máxima expresión de la ignominia, dibujada en la candidez colorida de los infantes de Terezin: niños capaces de pintar un sol sonriente y una naturaleza verde intacta pese a ver a la muerte desplegar su guadaña. El semblante de la depravación, trazada en la ingenuidad de losescolares de Beslan que no imaginaron su primer día de clase como el último de su existencia.





“Estoy aún aquí, soy aún un ser vivo, mientras mi amiga yace ya al otro lado. No sé si habría sido mejor que la muerte me hubiese llevado con ella. No, no, Dios mío, si lo que queremos es vivir. No te está permitido diezmar,queremos morir después de una mañana mejor, una vez el trabajo haya sidodemasiado.”




Son palabras traducidas libremente de un poema de Eva Pickova, asesinada a los 13 años de edad en Terezin. Palabras que no alcanzaron a escribir cientos de niños en Beslan.



Elisa Rodríguez Court